Mirar al mundo

                                             
Cada día me asomo a la ventana que da al mundo, miro por ver si algo ha cambiado y algunos han resuelto devolver la dignidad a las mujeres que hacen cola al borde del abismo. En jarras observo el ir y venir y el parloteo, desilusionada vuelvo siempre a cerrar los postigos de la esperanza. Me vuelvo a mis asuntos y desbrozo el jardín de palabras que se gritan absurdas entre tanto dolor, entre tanta muerte, entre tanta negrura que sigue envolviendo a tantas mujeres. Mañana volveré a mirar por si hay sorpresas. Mañana, otra vez mañana.
 

Mi no lugar

  He realizado un viaje a un lugar donde me sentí expulsada por mis propias convicciones, por las experiencias vividas y las luchas no resueltas. Si fuera una ecuación no sabría cómo despejar la incógnita, no encontraría solución pero un gran profesor de matemáticas me enseñó a trabajar con sentido común y orden. Eso me devuelve a mi tiempo y a mi espacio y resuelvo, no existe el problema porque no hay planteamiento posible. En ocasiones la vida se desarrolla por inercia, el fenómeno que yo viví ha desaparecido y esto  último, era un espejismo. Será pero no para mi. Por tanto regreso a mi galaxia y me envuelvo en palabras con contenido, ronroneo al calor de lo pequeño y disfruto de lo poco que me queda por hacer en la biblioteca del no lugar.

                                                                             


      

     




Viaje a Egipto

 He vuelto de este viaje muy callada. He regresado al mundo de los vivos de occidente enmudecida. Aún sigo bregando con el asombro de quien despierta en medio de un sueño o de una pesadilla. La poesía se ha escondido entre las piedras sagradas que ocultan la osadía de un pueblo que sucumbió al despropósito de pretenderse dios. Desnuda de prejuicios alargo la mano por mostrar mi respeto por aquellos que sobreviven entre el polvo del desierto y el oro de los faraones, yo, qué como tantos, rasgo mis vestiduras creyéndome perdida cuando vivo, vivimos en la opulencia del derecho. Y es que tras contemplar las ruinas del tiempo y la dignidad de la pobreza tan solo me brota una pregunta que raspa mi garganta ¿si el ser humano es capaz de tanta grandeza por qué  no somos capaces de acabar con la miseria y la desigualdad? Necesitamos que el Nilo nos desborde.

                                          

     


     





Soy la mujer que mira de frente

 Ser joven me resultó un aprendizaje de la libertad, un saborear cada día las mieles de los sueños, llorar cada atardecer los dolores de cada golpe, todos y cada uno de los suspensos y no precisamente de clase. Ser joven fue descubrir las miradas de los otros, los guiños de los deseos y la frustración de no conseguir los imposibles. Ser joven me hizo ser parte de lo que hoy soy, y tengo que reconocer que aún me queda mucho de entonces, muchas ganas de aprender a respetarme y a rebelarme como entonces y ¡por supuesto! hoy lo hago con la firmeza que dan los años, la experiencia y la fuerza de lo que viví junto a mis compañeras, a mis amigas, profesoras, mujeres de mi familia y las convicciones que nacieron en aquellas tardes de guitarras, letras de poetas y también de rock and roll.

Soy una mujer libre, soy la mujer que mira de frente a quien grita desde las ventanas de la ignorancia y el desconocimiento de lo que significa ser joven. Soy aquella estudiante que soñaba la igualdad y aprendió la libertad. Soy una mujer y exijo respeto.


                                        


La vecina del patio de la abuela

 Estabas ahí sentada mirando un infinito en la ventana, sin pensar el mundo, a penas respirando entre la manzanilla que crecía a tus pies. Un jardín empedrado, sin agua, crecía silencioso entre las procesiones de hormigas y el ir y venir de las salamanquesas. Llegamos entonces los otros y nos pusimos a compartir contigo la noche, la risa de los niños y tú, con nosotros, lo que de si daba un triste puchero rojo. Sobre las tejas centenarias Luna, nuestra gata, convertía en palacio las paredes de la casa del tiempo que se fue. En ocasiones, de puntillas, subías a mi casa a la hora de la siesta a dejar un presente con el valor del que regala sin tener mucho. 

Estabas ahí  sentada mirando un infinito en la ventana, sin pensar el mundo y  todo era suficiente, lo nuevo de mi casa, lo viejo de la tuya, querida vecina del patio de la abuela.



Creemos ver

En ocasiones veo lo que ves, pero no siempre. Vemos peces que se empeñan en nadar en lagunas de barro o que saltan contracorriente y felices aún sabiendo del riesgo de no seguir el curso seguro de su cauce. A veces las palabras salen volando, se precipitan y hasta hieren, otras son un trino que acaricia al que escucha y lo enternece. Vemos, opinamos, sentamos cátedra cuando la realidad que percibimos puede no ser la realidad. Plumas, pelos, piel cubren y disfrazan y nosotros tan seguros al juzgar. ¿Qué ves en el dibujo? ¿Un rostro, unos peces, unos pájaros? ¿La fealdad? Solo es un entretenimiento. Un dibujo sobre un papel de cuadritos, solo es eso y sin embargo es todo lo que no sabemos, todo lo que otros ven y nosotros nunca vimos. Se necesita un limpiaparabrisas que haga más nítida la percepción de las otras realidades, los peces que vuelan, las palabras que florecen, los pensamientos que matan.




                                        



 

Oler a maldad

Hay olores que despiertan recuerdos, sensaciones. Huelo esa maldad bañada en la esencia de la soberbia y me pongo a cubierto. Nada ofende más que quien siempre ofende y si se siente ofendido da por hecho como única su verdad y te recrimina.  Nadie ofende más que quien te escupe el aroma de su malicia mirándote desde arriba, exigiendo una explicación. Nunca llevarás  razón, solo esa persona la tiene, mil veces te humillará, te despreciará y seguirá su vida. No te esfuerces, sigue con tu camino. Olvida y pon espacio, mucho. Que se lleve su prepotencia, su indignidad, su verdad y ese tufillo del demonio. Seguro que alguna vez te ha pasado.

 

                                   






Abandonos

Llegamos a un lugar donde el futuro era ayer, el presente nacía con la ilusión de un embarazo deseado y el pasado se reencarnaba en las paredes. Nos alineamos en la parte trasera de aquella casa de siglos,  en los corrales, en el palomar. Conseguimos resucitar a aquellos que aún quedaban y que estando a la espera ya eran  muertos. Otros, los forasteros, conquistaron un espacio que nunca había sido suyo y el esfuerzo de los que siempre nos amaron edificaron, en las ruinas, un palacio de sueños para los que aún quedan por llegar. Ahora estamos solos entre silencios de hierbas salvajes y vuelos de añoranzas y me pongo a pintar el vacío de azules, convierto el abandono en un océano de cal y allá donde la desidia habita planto las voces de las mujeres de negro que se sentaron en sus puertas cuando el patio era hogar. Vivo en una casa mitad realidad, mitad nada. En ella aprendo a ser la eternidad que seré.




Reencuentros

 Se unieron los astros y por fin el encuentro prosperó. Fue noche de confidencias, risas y alguna lágrima. Cuando el tiempo se ha estirado tanto los hechos se acumulan, las vivencias quieren contarse y entre copas y abrazos se comparten. Tiene la Mancha atardeceres y noches que sirven para escribir en ellas los reencuentros. Tiene el verano la cadencia justa para mover las aspas, triturar las distancias y desempolvar los años. Y fue allá en los campos yermos que brindamos felices por la vida. Fue una noche mágica que por fin hicimos realidad. Con las musas tejiendo constelaciones en Criptana y entre molinos.



Navegar rumbo a uno mismo

 Sin moverme de casa navego hacia el horizonte oscuro del mañana.  No me afligen la desesperanza del calor y el fuego. Tampoco me sobresalta el precio del gas o de la luz. No hay lugar para la zozobra de tantas calamidades y sufrimientos de los desheredados de la tierra, ni siquiera me desvela la enfermedad o la muerte. Y no, no me he vuelto una piedra. Lo que me entristece y angustia es la cada vez mayor superficialidad, falta de sentido común e irresponsabilidad con la que vivimos al día dejando para otros y para luego lo que es un presente a toda vela. No amarraré mi barca ni echaré el ancla, desplegaré la vela mayor y me lanzaré a la aventura del mar, este en el que tú estás conmigo. Vamos, hay un océano de hechos por conquistar.







Eurovuelo

 Vamos y venimos. Cantamos y bailamos. Ganamos o perdemos. Defraudamos, pagamos. Juzgamos u obviamos. Hay tantas aves en mi patio piando y revoloteando, haciendo nidos donde consideran oportuno, defecando donde a mí me parece horroroso, hay tanto revoloteo que siento que nos vamos pareciendo a ellas aunque enjaulados. Si, una jaula muy grande y con muchos pajareros que nos abren o cierran la puerta y dirigen  los itinerarios. Algunas ruidosas o atolondradas otras, pájaros de altos vuelos muchos que van de pingüino. Y hace calor y pienso si acabaremos siendo dinosaurios porque esta semana parecía que me había despertado en los sesenta. Eurorevuelo. Increíble con la que está volando sobre nuestras plumas y sin parar de piar.

                                                    


Soy la voz que me lee


 Se me confunden las imágenes con todas las palabras que le oí decir, tanto que en ocasiones no estoy segura de si soy una página que escribió un día cualquiera en que pensaba en mi o por el contrario solo soy eso, la ilusión de un pensamiento que tuvo, allá, en esa parte del cerebro que nos hace tan singulares a ti y a mi y quién sabe...a él, un escritor que me creó y me dejó volar por encima del cursor, la tecla o una pluma mojada en tinta milenaria. Y digo yo, qué más da, vivo un tiempo con todas las aventuras de una vida que supera la ficción y me basta con oír el susurro de esa voz que me lee en voz alta. Y es que estoy en cada texto que me devuelve la pantalla. Gracias por leerme. Soy cada uno de los sonidos que suenan en ti.

Acrósticos

 Cada uno de ellos colorea una flor, iluminan así sus memorias y las manos modelan una hora de sus vidas. Ahora viven en la escuela de los últimos años, ahora, ya sin prisa, me retan a poner poesía en cada uno de sus corazones y yo, obediente, me pongo a ello. Residen en las últimas hojas del otoño, tienen el invierno sentado en sus rodillas y ellos y ellas que fueron primaveras me han devuelto al verano eterno de la gratitud. Vivimos porque ellos vivieron, por eso me hago su voz en un cuaderno y  convierto en acrósticos las palabras que brotan de las letras de sus nombres.

       





Despertar a la paz

De rojo nos cubre el cielo, nos entierra en arena el desierto lejano. El viento nos agita y enloquece con su salmodia cansina y es de sangre que el pensamiento se derrama desde la realidad triste de la guerra.
¡Guerra, guerra,  guerra! gritan desde un folio blanco voces mudas que escuchamos a pesar de esta tormenta tan fea. Hay días que parecen pesadillas perturbadoras. Ojalá fuera solo un sueño y nos despertara una lluvia de paz. Tendría que llover hasta acunarnos la cordura.


                                              


 

Días bonitos

 Hay días bonitos, especiales. Días en los que compartir alegrías, para recordar mañana y para traer al recuerdo ayer. Apunta el sol y un revuelo de vestidos y corbatas se van alineando al son de una juventud con miras al futuro. Suenan campanas, pétalos de rosas y arroz se mezclan con los parabienes. Nos toca ahora estar en la fila de atrás, los cachorros saltan a la pista, vino y miel,  música y danza. No nos resistimos y con ellos bailamos sabiendo que es su tiempo y recordando a aquel que no perdonaba un pasodoble, porque hay géneros que nunca mueren aunque lo nuestro siempre fueron otras música. Va por ti, cazador de bondades. Va por ti. Estuviste muy presente querido amigo.



Una de tiros

Miro la tele y veo a un tipo que no  lleva pistola, su arma es la lengua biperina con la que lanza sapos y culebras. Apunta directo a cámara, está bien colocado, la diana frente a él es variada, acertará seguro a más de uno en el corazón. No habrá sangre, espero, pero no importa el daño si consigue salirse con la suya. La maledicencia y la mentira sumada a la desvergüenza suelen atravesar sin problema la piel de quien se muestra dispuesto a recibir ¿qué?
No piensen señores, esperen el tiro a bocajarro del tipo que no duda en hacer fuego por conseguir lo que ambiciona. Ustedes no sé pregunten, confíen en la sabandija y levanten las manos, yo me pongo a cubierto y vuelvo a mis asuntos, me fio poco de los que portan armas entre los dientes.

                                                  



Cuando leamos esto

De la vida cotidiana me gustaría cambiar cosas. Atreverme a llegar, llamar al timbre, entrar para sentarme y tomar un lo que sea. Me haría feliz sentirme acogida, disfrutar un rato o improvisar una cena, sin horas, con la confianza de estar entre amigos, en familia. Igual me daría recibir en casa con la sorpresa por delante al abrir, el abrazo agradecido del que se acerca seguro de ser bien recibido y la ilusión de agasajar al recién llegado. Pero ahora nadie va o viene con esa tranquilidad, todos nos acercamos a la mirilla de la precaución y el miedo, nos quedamos a media distancia y sonreímos con las pestañas. Llegará otro tiempo en el que al leer esto sintamos la necesidad de compartir una copa y una sonrisa  a cara descubierta.  Espero que no tarde y para entonces ya sabes ¿en tu casa o en la mía?
                                             

 

La mezquindad del mercadeo

Allá en el Oriente de los cuentos tradicionales se vendían y compraban objetos maravillosos. En alfombras voladoras se bordeaban las cimas de las montañas más altas en busca de una lámpara que contuviera un genio. Se concedían deseos a cambio de favores y aquellos que resolvían los enigmas más difíciles conseguían casarse con la hija del rey. Los ladrones acababan encerrados por siglos sin fin y los que no tenían honor siempre eran deborados por algún monstruo. Hoy uno se vende así mismo con tal de permanecer en el  cuento. Hoy la mezquindad se pasea desnuda por las calles huérfanas de dignidad. Hoy  hay quienes no entienden la diferencia entre cultura y agricultura y creen que todo vale. Sherezade consiguió vivir eternamente sin necesidad de llegar a un acuerdo entre mercaderes.