Vamos y venimos. Cantamos y bailamos. Ganamos o perdemos. Defraudamos, pagamos. Juzgamos u obviamos. Hay tantas aves en mi patio piando y revoloteando, haciendo nidos donde consideran oportuno, defecando donde a mí me parece horroroso, hay tanto revoloteo que siento que nos vamos pareciendo a ellas aunque enjaulados. Si, una jaula muy grande y con muchos pajareros que nos abren o cierran la puerta y dirigen los itinerarios. Algunas ruidosas o atolondradas otras, pájaros de altos vuelos muchos que van de pingüino. Y hace calor y pienso si acabaremos siendo dinosaurios porque esta semana parecía que me había despertado en los sesenta. Eurorevuelo. Increíble con la que está volando sobre nuestras plumas y sin parar de piar.

Soy la voz que me lee
Acrósticos
Cada uno de ellos colorea una flor, iluminan así sus memorias y las manos modelan una hora de sus vidas. Ahora viven en la escuela de los últimos años, ahora, ya sin prisa, me retan a poner poesía en cada uno de sus corazones y yo, obediente, me pongo a ello. Residen en las últimas hojas del otoño, tienen el invierno sentado en sus rodillas y ellos y ellas que fueron primaveras me han devuelto al verano eterno de la gratitud. Vivimos porque ellos vivieron, por eso me hago su voz en un cuaderno y convierto en acrósticos las palabras que brotan de las letras de sus nombres.
Despertar a la paz
Días bonitos
Hay días bonitos, especiales. Días en los que compartir alegrías, para recordar mañana y para traer al recuerdo ayer. Apunta el sol y un revuelo de vestidos y corbatas se van alineando al son de una juventud con miras al futuro. Suenan campanas, pétalos de rosas y arroz se mezclan con los parabienes. Nos toca ahora estar en la fila de atrás, los cachorros saltan a la pista, vino y miel, música y danza. No nos resistimos y con ellos bailamos sabiendo que es su tiempo y recordando a aquel que no perdonaba un pasodoble, porque hay géneros que nunca mueren aunque lo nuestro siempre fueron otras música. Va por ti, cazador de bondades. Va por ti. Estuviste muy presente querido amigo.
Una de tiros
Cuando leamos esto
La mezquindad del mercadeo
Allá en el Oriente de los cuentos tradicionales se vendían y compraban objetos maravillosos. En alfombras voladoras se bordeaban las cimas de las montañas más altas en busca de una lámpara que contuviera un genio. Se concedían deseos a cambio de favores y aquellos que resolvían los enigmas más difíciles conseguían casarse con la hija del rey. Los ladrones acababan encerrados por siglos sin fin y los que no tenían honor siempre eran deborados por algún monstruo. Hoy uno se vende así mismo con tal de permanecer en el cuento. Hoy la mezquindad se pasea desnuda por las calles huérfanas de dignidad. Hoy hay quienes no entienden la diferencia entre cultura y agricultura y creen que todo vale. Sherezade consiguió vivir eternamente sin necesidad de llegar a un acuerdo entre mercaderes.