El cuaderno que perdí

 Abrí el cuaderno amarillo allá por marzo. Sobre blanco comencé a manchar de grises sus páginas y en mayo debí perderlo. Todo el verano no sabiendo si era cierto o lo había soñado en las vigilias de tantas noches de este 2021. Creía recordar, creía, pero hace tanto que no tengo certezas que dejé de buscar. Ahora, cuando he vuelto a sucumbir al vacío que la muerte deja, cuando el desaliento deja paso a la realidad y el cuerpo, derrotado y sediento de paz, cede, ahora lo encuentro ahí, frente a mi. Lo abro creyéndolo otro y me dispara a bocajarro los poemas de marzo y abril:

《Siento frío en el alma

 gris. 

Paralizada

no veo la luna.

No llega aún el alba》

Los leo y me reconozco lejana, desnuda, desvalida.



El camino



                                    
Pasito a paso recorremos el camino que transcurre entre dos verdades y muchas circunstancias. Una historia que vivimos creciendo en una realidad, la nuestra, que tiene muchos ángulos. Una aventura en la que perdemos muchas cosas y ganamos otras. Si hubo amor en el discurrir de esos pasos, habrá sido más fácil decidir por dónde  ir, si no, se complica todo porque necesitamos quien nos señale las posibilidades en el mapa. Tuve suerte desde mi primera verdad, nací del amor y transcurrieron mis pasos por los senderos seguros de unos padres que supieron darme una buena brújula. Ahora sigo sin ellos, por el sendero, sin perderme. Me dieron alas y me dejaron estrellas para que pueda alcanzar la otra verdad cuando llegue el momento de volar por el camino de las galaxias.