Diosas de las tormentas


 Precisamente hoy, casi al final del día voy a celebrar a mis heroínas, mujeres capaces de luchar en tantas batallas  a lo largo de su vida, en ocasiones desde la infancia, que no me resisto hoy a cruzar el límite de las emociones que, cada vez más estoica, me permito. Cultivar la palabra, ser mágica o tierna entregándote a tu tarea es fácil cuando la salud te acompaña. Ellas están dentro de la ola que las lleva a las profundidades o las arrastra a la orilla entre rayos y truenos y es entonces cuando realmente se produce la magia y se cubren con su gorro de hadas, cogen el miedo y lo hacen suyo junto con el dolor y el cansancio, junto con el insomnio y el desvelo y van hacia adelante con todo y con los que estamos al lado. Y son ellas las que nos dejan en las playas contemplando como viven el mundo real con sus insignias de valor, sus banderas de esperanza y sus armas en pie de guerra aunque les falten las fuerzas. Es precisamente hoy que no puedo dejar de abrazarte a ti, a todas y cada una de las que lucháis con esa pequeña célula rebelde que le ha dado por hacerse la interesante. Os cubro de flores diosas de las tormentas.

Tocados



Frente a la puerta que se abría ante nosotros, apareció de nuevo tocada de la altanería de quien se siente tan segura de si, que no ve a nadie.  Mostró su deseo, nos apartó y se dirigió a un lugar que no acertamos a adivinar ya que esa puerta no te daba certezas. Si en algún momento pensamos seguirla, fue solo un pensar. Nadie se movió y todos dimos por hecho que no iba a llegar a ningún sitio, craso error. Quedamos sentados en el dintel, apretados y resignados, sabiéndonos vulnerables pero a salvo. Se oyeron disparos, bajo el sombrero portaba un arma, consiguió llegar a punta de pistola, tenía claro su objetivo. Hay quien no se detiene con tal de salirse con la suya. Miramos desde la puerta paralizados y, como otras veces, contemplamos a la soberbia vestirse de rojo.