Cuando leamos esto

De la vida cotidiana me gustaría cambiar cosas. Atreverme a llegar, llamar al timbre, entrar para sentarme y tomar un lo que sea. Me haría feliz sentirme acogida, disfrutar un rato o improvisar una cena, sin horas, con la confianza de estar entre amigos, en familia. Igual me daría recibir en casa con la sorpresa por delante al abrir, el abrazo agradecido del que se acerca seguro de ser bien recibido y la ilusión de agasajar al recién llegado. Pero ahora nadie va o viene con esa tranquilidad, todos nos acercamos a la mirilla de la precaución y el miedo, nos quedamos a media distancia y sonreímos con las pestañas. Llegará otro tiempo en el que al leer esto sintamos la necesidad de compartir una copa y una sonrisa  a cara descubierta.  Espero que no tarde y para entonces ya sabes ¿en tu casa o en la mía?
                                             

 

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