Vivo en un espacio casi mágico donde la luna juega con el agua, las cintas de colores se alían con el barro para que el viento las mueva. Cada tarde nado en el fondo de mis sueños, despierto con los pies cubiertos de la arena del crepúsculo. Me siento sobre sedas azules y bebo el jugo de los limones dulces del sosiego. Cuando viajo a través de las páginas del libro que sostengo y siento toda esta paz que adorna estas tardes del verano siento que rozo la felicidad, pero no es cierto. No, porque tengo un vecino que cuando adivina que estoy aquí, al otro lado de la pared que me separa de su inútil trajín, enciende el tractor y me da "humaza". Pone en marcha esa máquina que no va a ningún lado y comienza su melodía durante horas, cargada de gasoil y de porrazos. Cuatro horas, dos horas, una hora sin moverlo del corral. ¡Socorro! Una pena que no sea de verdad una bruja porque ... Abracadabra.
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