Encuentros felices

                                     

 La tarde envuelta en grises amenazaba lluvia, el sofocante calor del mediodía se tornó frescor al caer la tarde y al volver la esquina del jardín las blancas paredes de mi pequeño mar parecían pintadas de rosa. No era una alucinación, era el estio que jugaba a disfrazarse y nos regalaba un respiro de otoño. Abandoné el libro, guardé las lentes e intenté absorber el dulce jugo de ese instante. No hay que buscar la felicidad, si queremos, ella nos encuentra en cualquier momento. Es tan fácil, solo hay que dejarse llevar. 




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