Alacenas del alma


En la alacena de esa pared de cal y años se colocó una caja llena de recortes que hablan de otro tiempo. No puedo alcanzarla, está muy alta, tampoco el bote de canicas que a su lado guarda los colores de mi infancia, también se alza a salvo de mis manos. Sentada frente a ella dudo en estirarme y levantar la tapa de esa caja de ayeres, en asomarme, a través de las bolas cristalinas al tiempo en que jugué con ellas en aquel patio bordado de manzanilla. No, desisto. Vuelvo a casa para  acariciar la vida sentada en mi rincón. A mi lado tres frascos de cristal que atesoro cargados de canicas alumbran el salón con sus destellos y un cuadro hecho de recortes dibuja un lugar en el que mi barco nunca llegó a atracar. Los recuerdos quedan en la alacena pero las ilusiones juguetean con las madejas de lana  de mi alma.

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