En la terraza de tu mirada una palabra cuelga cansada y mustia.
La agita el aire de la mañana, fresco, azulado, límpido.
Revolotea, se riza y alza, mira hacia dentro en la laguna de tu ojo.
Reflejada en él se siente vieja, maltratada, ajada y quiere lanzarse al vacío de ese día que amanece joven.
Guiñas un ojo, aletea el párpado, y la palabra desciende, ya pluma blanca, a la comisura de tus labios, rojos, para pronunciarse renacida y gritarse. ¡Basta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario