Me siento a escribir y las manos me llevan a rozar los labios, a rozar el filo de los dientes, a palpar la lengua. De la tecla a la boca y vuelta. De la puerta a la mesa, de la pantalla al zapato. De tu mano a la mía.
Quiero decir y los labios buscan otros labios para pronunciarse frente a ellos, reír a carcajadas o besar sin cortapisas la otra boca jugosa.
Tomo aire y lo guardo en el profundo silencio de mi cuerpo, dentro de los pulmones que lo purifican y de pronto, de pronto, deseo soplar con fuerza sobre los dientes de león de tu pelo de seda.
Será que necesito despertar a la vida corriente, cuando un estornudo tiene gracia y las manos son libres y no necesitan tanto jabón.
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