A veces no es fácil irse de un sitio, pueden atarte muchas cosas a él o creer que eres indispensable. El apego a lo material impide cortar lazos y salir volando. La seguridad del poder debe tener unas cuerdas fuertes para amarrar la soberbia y el orgullo y no permitir que nadie se atreva ni siquiera a soplar el nudo. Sin embargo nos vamos de esta vida sin más. Nada puede con esa partida inesperada y todo, absolutamente todo, deja de pertenecer al que se ha ido.
Me pregunto si los indignos, a los que no quiero ni referirme, no piensan nunca en que no hay cuerda que impida que su vida se vaya. Para la muerte no existen paraísos donde esconderse.
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