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Llegaron y adornaron mi casa de abrazos y sonrisas. Cubrieron el espacio de mi vida con
un velo de recuerdos y lo fueron llenando, hasta sus bordes, con todas las
canciones que cantamos allí, ayer. Se sentaron conmigo, todas ellas, las que
fuimos, las que se fueron y las que no llegaron. Y recorrieron las calles de mi
vida cotidiana, leyeron los poemas que yo leo y contemplaron los paisajes que
más amo. No puedo describir los sentimientos que brotaron en esta primavera
bendecida por el reencuentro. Llegaron a mi vida hace cuarenta años y en ella
se quedaron cantando, riendo y siendo como siempre amigas, hermanas.
La amistad, cuando es auténtica, no necesita contarse. Se
siente y basta.
Y ahí estamos, sencillamente; y en cada reencuentro, brotamos.
ResponderEliminarDe cualquier lugar, en cualquier lugar, viejas amigas...
Mis queridas, muy queridas amigas.
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