Hoy no quiero hablar de rampas,
no quiero hablar de lodos ni de fangos. Esta tarde de lluvia el sol luchaba por
salir y al final lo consiguió. Doblegó las grises nubes que ocultaban las
razones por las que los atardeceres son más hermosos. Y, dejado a un lado lo
que uno anhela o no, me he permitido vivir, solo vivir, disfrutando de la
compañía y de la tranquilidad. Hoy no existís hombres de humo y mujeres de
niebla. Estoy aquí sentada en el borde mismo del ocaso esperando a las
estrellas. Diviso al fondo alguien que, como
yo, mira al cielo y no ha alquilado un balcón.
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