Hemos subido a lo alto de lo muy alto siguiendo un sendero sinuoso, vegetal, hermoso. Los helechos, una alfombra para cubrir las raíces de un bosque inmenso, vivo. En la cima el olor a bosta de vaca nos han mantenido alerta para no pisarlas y de alguna manera restaban valor al paisaje. Sin embargo, alejados de los incendios, en plena naturaleza nos damos cuenta de nuestra condición egoista y depredadora. Culpamos las emisiones de metano de las vacas y sometemos a nuestros caprichos valles, montes y ríos. Aquí hoy el fuego es una amenaza posible, los invasores reales evitamos y nos quejamos de las inmundicias de unos animales que pastan y protegen el suelo mientras aguantamos la basura que nos echan encima los intereses creados por los iguales. Humanamente repugnantes.

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