Salvadores

                                                

 Éramos cinco y una cría de golondrina en el suelo, una tapa de lata con agua y unas migas de pan. Todos intentando saciar una sed que adivinábamos y una pena que sentíamos. Un pico amarillo se abría a la gota que caía del dedito de una enfermera acostumbrada a sacar adelante a bebés prematuros. Una escalera a la que se decide trepar por dejar al polluelo en su nido. Una mano enorme que lo eleva y lo deposita junto a otras crías que pían. El género humano trabajando en equipo por salvar al individuo que ocupa, junto a su familia, el rincón del portal de la casa y...

Veinticuatro horas después  me acerco por comprobar si todo va bien. Voy sin gafas, se adivina un bulto oscuro entre los excrementos, sospecho algo que no va a gustarme. Doy la vuelta y regreso con las lentes. Un ejército de hormigas devora al bebé que sigue vivo pero exhalando un último suspiro. Selección natural, se llama. Arrojado nuevamente por quien es conocedora de su mal, acaba enterrado entre el toronjil. 

En ocasiones no se necesitan salvadores pero si conocer la vida de los otros. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario