Casitas de chocolate

                                   

Tengo un lugar donde la noche me acoge y la mañana me abre a la vida. Las paredes cierran la puerta a los miedos protegiendo nuestra intimidad, sea la que sea. Hay pájaros en los tejados, hormigas en el patio y otros bichos indescriptibles. También ellos están en su casa. Y ellos, los sin techo y los otros, los que no pueden comprar y aquellos, los que no pueden forjar la ilusión de un hogar, no tienen casa. Su derechos a tenerla se tuerce y retuerce en un laberinto de intereses y acaba siendo normal lo absurdo. Mientras los lobos ya se han comido los ladrillos del vaciado de las ciudades, los vecinos  llegan en maletas viajeras y los trabajadores se alojan en descampados. Ya no se sueña con comprar un bonito dormitorio, ahora se conformarían con bajar algún día las persianas.   Ojo, los lobos suelen tener paraísos donde ocultan su chocolate, y no el del loro, el de un cuento de casitas muy productivas.








 

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