Estaba sentada pensando en casi todo, todo lo que me ocupaba y, de repente, se congeló la imagen y lo que tanto era se quedó en nada. Pasan los asuntos a otras manos, el tiempo no necesita ya una alarma ni la ropa precisa pensarse. Las calles por años recorridas se irán volviendo ajenas mientras la casa me toma la medida. Ahora me deleito contemplando el color de los días, sintiendo el devenir de las horas leyendo a Maggie O'Farrell, escribiendo en la calma de la tarde, sopesando la suerte de contar con mi vida cada segundo del giro de la tierra en este verano en el que los proyectos no requieren más programación que degustar lo que quiera que traiga el otoño. Y me sorprendo cantarina, bailando de puntillas como cuando de niña soñé con ser artista.
Descanso al fin entre las bambalinas de este escenario. Vuelvo a estrenar y ahora ya, sin público.
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