Me llevaron al zoo siendo muy pequeña, era entonces la estrella un elefante al que le dábamos mondas de naranja. Se llamaba Perico, yo era una fierecilla que no quiso volver nunca más allí, me dio tanta pena. Desde entonces se convirtieron en mis animales favoritos y a lo largo de los años han seguido gustándome mucho los cuentos que hablan de ellos. Son tan grandes y tan frágiles. Los capturan y después de sufrir destierro y soledad son expuestas sus lindezas una vez han sido amaestrados. Faltos de libertad, sometidos al amo, no escaparían si les abrieran las cadenas. Si leéis "El elefante encadenado" entenderéis.
No se si es por este verano calenturiento que veo a un pretencioso domador de voluntades intentando amarrar bien fuerte la estaca a la que ha quedado atado por las cadenas de sus intereses y su narcisismo. También veo que nosotras " las fieras" no nos dejamos someter ni con un gajo de naranja aunque es sorprendente que hay muchas que prefieren la jaula. Esta tarde se ha levantado viento, refresca y yo me dispongo a dar un paseo con la rana, la gallina, el elefante y el escarabajo mientras alguien nos observa.¿Qué estará pensando?