Invisibles

En ocasiones te sientes invisible. El último mono. Cuando eso pasa, el grado de disgusto o desilusión es directamente proporcional a los afectos que tu sientes o a los que crees que por ti sienten. Eso se llama "en la consideración que te tienen". De momento, muy sabiamente, pasas un tupido velo, quitas importancia y te acoges a la conformidad, al cabo de unos días percibes como el desconsiderado o los que le están próximos van tejiendo una tela para envolverte en una excusa falaz. Es posible que acabes convencido de que no hubo tal desconsideración sino que tu no cumpliste con lo que se esperaba y es entonces cuando tienes que repasar todos los hechos objetivamente y, si está claro que hiciste lo que debías, pero que ellos no, entonces no te dejes intimidar y pasa, pero de ellos. Aunque también puedes seguir siendo invisible y sonreír. Es lo que suelo hacer aunque por dentro una alerta quede programada, para siempre.

Mientras hay vida

Nada hay más triste que pensar que ya no queda tiempo.
Que apenas quedan  amaneceres ni mediodías para soñar despierto.
No hay rendición que merezca ni diez minutos de tu vida
 porque cada momento es un proyecto de pasado,
un hasta luego presente, un ya pasó y eso,
eso necesita de un recuerdo.
No hay nada más triste que sentir que mañana no tendrá contenido.
Que no quedan horas para perderse en sus minutos.
No hay tratado de paz que acuerde la pereza de vivir tu existencia
y es que cada segundo que te queda ¡Ay amigo mío!
cada segundo es una bienvenida,
un hola cómo estás, una mano tendida y eso,
eso requiere que te pongas las pilas, te dejes ya de angustia, de quejas y
retomes tu vida.
                           Tu proyecto, tu tiempo.

Tres niños por el mundo

Nacieron tres coronas sobre la sal de la arena. El agua bañó sus puntas de gemas verdiazules y las doró el sol.
La ilusión paseaba descalza dibujando sueños y en sus huellas la fantasía los recogía.
Por el borde del atardecer de escarcha y frío se colaron tres niños. Iban agarrados a la esperanza con mucha fuerza, ella intentaba soltarse, ellos no la dejaban. En un descuido lo consiguió un segundo, tan solo un segundo y en un dos tres colocó las coronas sobre sus cabezas.
No se convirtieron en reyes pero cuando llegó la noche durmieron sin pesadillas porque se sabían a salvo, contaban con la ilusión, la fantasía y la esperanza para sobrevivir en aquel lugar llamado MUNDO.
En la arena el mar dejó un rastro de sal al amanecer, brillaba una pregunta entre las caracolas y en la profundidad de su cuerpo rizado resonaba ¿dónde los hombres, cuándo?
Yo leí la sal, escuché a la caracola y me pregunté ¿están a salvo los niños?