Ya nadie sube o baja por la escalera blanca de la casa vieja. Ya nadie sueña en sus escalones. Nadie se sienta en su suelo frío. No se leen cartas en sus descansillos ni hay gato que ronronee bajo un rayo de sol que se cuele por el ventanillo. Pero me niego a creer que no existe la esperanza, la certeza del triunfo de la verdad sobre la mentira absurda de los que moran allá arriba. Me niego a desterrar la honradez, la dignidad o la justicia de los que esperan ascender sin ascensor. Es imposible que no pueda volver a descender por la escalera de la vida la posibilidad de perder o de ganar, de saber que te puedes caer y acabar en el escalón más bajo. No me digáis que no es preferible intentar subir de nuevo a estar eternamente en lo alto donde ni el rayo de sol llegará nunca porque siempre habrá una nube que le impida dar luz al tipo que habita en su oscura y triste mentira. No me digáis que no es necesario perder alguna vez, saber perder, perder.
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