Regresar

Y el mar llegó con el sol en un gran barco. El mar barrió las piedras al fondo de sus aguas. El sol derritió  todo resto de inmundicia. Y el barco me acunó hasta llevarme a la otra orilla. Así fue como  llegaron los días de asueto y de descanso: libres de ruidos, ausentes de noticias. Una entelequia, porque ninguno pudo evitar que una tormenta devolviera las piedras a la orilla y del exilio pasajero del verano,  te vomitara una ola, a la realidad de lo cotidiano. Yo he regresado con una estrella de mar prendida  de mi pecho para recordar  que siempre hay sol y mar, si te lo propones, en invierno. 

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