Cuando nadie te escucha

No había nada que decir. Todo estaba decidido. Me dejaron hablar pero no me oían. Dije y pronuncié un mensaje vacío que sólo contenía aire. No oyeron nada. De pronto un eco se oyó dentro de un armario. Preguntaron por él. El eco repitió una, dos, tres, cuatro, cinco y seis veces la misma palabra. Se taparon los oídos y me miraron. Yo callaba.
¿Por qué sonríes?- Preguntó uno. No sonrío, es mi cara.
Se levantaron y se marcharon dejando un olor a humedad en la sala. A papel mojado. A babas. El eco empujó la puerta del armario, corrió tras ellos y, ya en el pasillo, les lanzó su voz más estruendosa:

¡No sois nada! ¡No sois nada! ¡Sois nada! ¡sss nada! ¡nada! ¡naaaaaa! Entonces lloré en silencio mi desesperación.

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