Construir la dignidad

                                                                             



En este zoo nunca hubo serpientes tan venenosas como las que aparecen a diario. Se las ve construir un edificio de insultos y falacias con su lengua viperina. La  maldad en la mirada hipnótica me aturde, el hedor de las cloacas por donde asoman me asusta y las murallas que levantan, con la ponzoña de los adjetivos que sostienen sus muros, me convence de una realidad que me avergüenza. Esos reptiles se crecen y mantienen gracias a las babas de los que les aúpan y veneran. Solo la confianza, en lo que pueda quedar de instinto animal entre los humanos que habitan este mundo raro, me ayuda a conciliar el sueño. Ojalá que el viaje a la conciencia a la que nos han llevado los odiseos del siglo veintiuno nos ayuden a iniciar la reconstrucción de la dignidad y la vergüenza, aunque solo sea por no extinguirnos.