Alfombrar con banderas

 

                                                                            

Me atrevería a decir que ha llegado el otoño y se ha encendido la luz de la esperanza, si se hubiera enfriado el ardor guerrero y el fuego de las ambiciones. Me atrevería a escribir este final de verano sin tristeza, todo lo contrario, con una sonrisa abierta, si contemplara que las banderas han caído y  han alfombrado  los senderos de paz por donde caminar de vuelta al sosiego. Me atrevería a pintar una puerta grande y abierta  por donde entraran y se sentaran a llorar su duelo, sus duelos, los que quedaron vivos después del sofocante trajín de las batallas. Me atrevería, si mañana me trajeran los vientos buenas noticias desde las tierras necesitadas de tanto atrevimiento, pero el viento del este tan solo me permite atreverme a  decir  lo que siento, lo que me duele ahora este presente tan incierto y la pena que me dará si todo sigue igual cuando llegue el invierno, otra vez, congelando la ilusión  de vivir sin la amenaza de la destrucción y petrificando, definitivamente, el corazón de los miserables que no muestran misericordia.  



Me atrevería a decir


                                                                      

 Me atrevería a decir que hoy, ahora mismo, saldrías a la esquina y me estarías esperando. Si no llegara, te irías por no quedarte sin un sitio,  el que siempre tenías. Luego de tres o cuatro giros me verías y sonriendo con tus  ojos de niña,  me abrazarías. Él, ya nervioso, me miraría con el gesto del que se sabe querido y comprendido y, al cabo de unos saludos atropellados y festivos, el chupinazo nos pondría en marcha.                Pero no estabais debajo de los árboles, ni nadie me abrazó. Engullidos por  el gentío y el ruido encontramos un sitio donde comer siguiendo vuestro ejemplo, no entretenerse. 

Me atrevería a decir que ya no es vuestra feria y la mía tampoco, es otra diferente aunque siempre es la misma y me quedarán las noches bailando un pasodoble con él, con los pasos precisos, con las vueltas medidas, con su mano en la mía mientras os mirabais sabiendo que allí estaría mientras sonara la música de vuestra vida. 

Me atrevería a decir que el tiempo se llevó el espacio en una espiral de noches y de días, que entre las nubes, que rompen los fuegos artificiales, unos ojos de luna y sol me contemplan. Me atrevería a decir, mas no me atrevo, aunque podría atreverme a decir que aquí estoy y allí estuvimos.