Palabras contra la violencia 3


Dolor no es la palabra, es como que una herida grande que se abre dentro, muy dentro. Todo se suma al negro, a la oscuridad y a la confusión. No ves, no oyes, todo es calor y niebla. Entre los velos que cubren la cocina, el pasillo y toda la casa solo aciertas a ver una realidad que te humilla y te vas hacia ese lugar oculto entre palabras que no deseas oír. El brazo se adelanta a tu pensamiento y tus dientes rechinan y se aprieta la boca al mismo tiempo que el puño y los pies te llevan entonces hacia ella. No, no hay nada que te aparte de  ese camino que sólo te lleva a la violencia. 
Pero ya estás al otro lado de la calle. La boca te sabe a sangre, te has mordido, y en la mano llevas clavadas las uñas de tu hombría, de tu orgullo. Andas doblando las rodillas sin mirar atrás. Tiemblas. Un frenazo te hace regresar. Vuelves la cabeza y miras hacia arriba. En la terraza, el más pequeño agita la mano aupado por el mayor que, algo triste, te grita ¡Vuelve pronto papá! Vuelves la esquina, las tinieblas se disipan, ya vas viendo más claro.  En el metro te ves reflejado en el cristal. Ahora ya estás tranquilo. ¡Uf, menos mal! 

Palabras contra la violencia 2


Mírala, está cada día más guapa, más gordita quizás, pero sigue haciendo ese guiño con el ojo cuando se siente feliz. Y parece feliz colocando las flores sobre la mesa ¿Por qué está feliz? Mírala, canturrea mientras hace la cama y se ha mirado al espejo y ha pasado la mano por su cintura como viéndose bien ¿Por qué se mira? Mírala, ahora se acerca a la ventana, parece que limpia el cristal, se asoma ¿A quién  mira?

Si , es ella. Esta haciendo la casa y se mira y se asoma y se mueve libre por la alcoba y vive en ella, en su día, en su vida y respira y engorda y se gusta y se disgusta. Se guarda un secreto y se recoge el pelo y llora o sueña o sólo respira. Mírala, es ella, y tú ¿Quién eres? ¿Su amor? No te hagas más preguntas, no te comas la cabeza, no sigas por ahí. Dale un abrazo y marcha. No te atormentes. Ella no es el problema. 

Palabras contra la violencia 1


Sigue siendo la mujer que soñabas, pero ya no la sueñas. Sigue contigo aún, pero ya no te quiere. Déjala partir aunque te duela el desamor, aunque te sientas muy triste, aunque te sientas perdido.

Mira dentro de ti, no seas tonto, el mundo sigue para ti, estás vivo. Tanto si has hecho mal, como si no lo hiciste, si es que ya no te quiere... Sé un hombre y vete. No levantes la mano, no grites, no te conviertas en un animal ¡No es tuya! Sólo es la mujer que un día soñaste y ahora es el momento de soñar otra cosa. 

Por qué, por qué, por qué


Por qué ese empeño en acabar con la esperanza, cuando caminamos a ningún lado. Por qué ese miedo a lo nuevo, cuando todo es viejo, sucio y triste. Por qué ese no parar de descalificar, hacer conjeturas y predecir futuros caóticos, cuando ya estamos en el caos. Por qué da tanto miedo lo que se pide a miles, lo que el pueblo reclama, lo que tu piensas y callas. Por qué no ponen remedio a los errores cometidos, por qué no se preguntan a quién sirven. Por qué no se van todos al lugar donde viven los monstruos y se dejan comer por ellos o aprenden de ellos. De los monstruos que luchan por las aves, por las aguas, por el aire, por los sin techo, por los refugiados, por los niños, por la vida. Por qué nos quieren quitar también la esperanza. 

Hijos

Todos somos hijos y algunos somos padres. Se puede ser padre de muchas maneras pero sea cuál sea la forma de serlo, solemos amarlos. Y hay que hacerlo sin condiciones. Conocer sus defectos y virtudes y no cerrar los ojos. Estar ahí y luchar por ellos y con ellos. Educarlos para que sean buenas personas. Personas libres. Personas.
Y cuando llegue el momento dejar que vuelen, que tomen sus propias decisiones, que vivan en sus vidas. Nosotros estaremos ahí como padres, atentos, dispuestos. Porque son nuestros hijos y eso no es poca cosa.