Me atrevería a decir que hoy, ahora mismo, saldrías a la esquina y me estarías esperando. Si no llegara, te irías por no quedarte sin un sitio, el que siempre tenías. Luego de tres o cuatro giros me verías y sonriendo con tus ojos de niña, me abrazarías. Él, ya nervioso, me miraría con el gesto del que se sabe querido y comprendido y, al cabo de unos saludos atropellados y festivos, el chupinazo nos pondría en marcha. Pero no estabais debajo de los árboles, ni nadie me abrazó. Engullidos por el gentío y el ruido encontramos un sitio donde comer siguiendo vuestro ejemplo, no entretenerse.
Me atrevería a decir que ya no es vuestra feria y la mía tampoco, es otra diferente aunque siempre es la misma y me quedarán las noches bailando un pasodoble con él, con los pasos precisos, con las vueltas medidas, con su mano en la mía mientras os mirabais sabiendo que allí estaría mientras sonara la música de vuestra vida.
Me atrevería a decir que el tiempo se llevó el espacio en una espiral de noches y de días, que entre las nubes, que rompen los fuegos artificiales, unos ojos de luna y sol me contemplan. Me atrevería a decir, mas no me atrevo, aunque podría atreverme a decir que aquí estoy y allí estuvimos.