Amigas y basta

Llegaron y adornaron mi casa de abrazos y  sonrisas. Cubrieron el espacio de mi vida con un velo de recuerdos y lo fueron llenando, hasta sus bordes, con todas las canciones que cantamos allí, ayer. Se sentaron conmigo, todas ellas, las que fuimos, las que se fueron y las que no llegaron. Y recorrieron las calles de mi vida cotidiana, leyeron los poemas que yo leo y contemplaron los paisajes que más amo. No puedo describir los sentimientos que brotaron en esta primavera bendecida por el reencuentro. Llegaron a mi vida hace cuarenta años y en ella se quedaron cantando, riendo y siendo como siempre amigas, hermanas.

La amistad, cuando es auténtica, no necesita contarse. Se siente y basta. 

Va por la que llevas dentro.

Disfrazarse para que no te hagan daño, para ser otra, para soñar...
Enmascarar tus días para no ponerte en peligro. Ocultar tu corazón de seda con mil capas de felpa para que nadie se atreva a  sacártelo y devorarlo. Andar hacia atrás, boca abajo o haciendo el pino porque esos advenedizos de la vulgaridad no respetan la sutileza de tus sentidos. Sacar las uñas, morder, arañar, ser un gato rabioso para que no acaben contigo. Eso se termina en el momento justo en el que sólo tienes ojos para vivir tu vida y es, en ese momento, en el que floreces y sólo te ocupas de ser cada día tu misma.
¡Niñas! No hay nada como empezar a madurar.

Habría que apagar la noche.

Habría que volver a dormir de noche. Habría que cerrar las puertas y no abrirlas hasta que el gallo cantara. Habría que envolverlos en silencio bajo cuatro tapas de estrellas. Habría que enseñarles que la luna vigila desde arriba y que al amanecer se despierta la vida y con ella, habría que contarles que se encienden las conciencias de los que se avergüenzan de esa violencia sin sentido, temeraria e imprudente. Habría que enseñarles que quien juega con fuego acaba quemándose y habría que plantearse, muy seriamente, que la noche es para el descanso y no para que unos gamberros destrocen las puertas que protegen los sueños.

Habría que apagar la noche para ellos.

Carnaval

Es carnaval, el tiempo en el que la mentira es verdad y todo se acepta con agrado: tu trabajas y yo cobro; él compra para venderte; yo soy Dios pero tú haces los milagros; te piso, te aplasto, te humillo pero eres tú y sólo tú el culpable de todo. ¡Qué bien luces tu disfraz! Eres la estrella, te veo desfilar tan seguro de tu poder y sólo espero que te cubras de cenizas en esa cuaresma en la que, sin duda, has de pagar tus pecados.
El carnaval, amigo enemigo, sólo dura unos días.Eso espero por el bien de muchos.

La Chispa de la Vida

Esta noche ceno con amigas. Recuerdo algunas tardes de cumpleaños soñando con formar un grupo y ser cantantes famosas. También a mi madre preocupada por aquellos pájaros que anidaban en nuestras cabezas adolescentes ¡Pobre! Estábamos a la salida de meta de una adolescencia que soltaba chispas cuando bailábamos con aquellos ritmos locos que aprendíamos con la tele. Nos reíamos por todo y de todo.

Esta noche nos juntamos para compartir este presente en el que nos hemos convertido. Cada una ha cantado su música y bailado como mejor ha sabido y hoy, como ayer, seguimos siendo “La Chispa de la Vida”, no os quepa duda.  

Corazones de hielo


¿Cuánto frío pueden albergar en su corazón los que permiten que nuestros niños pasen hambre? Somos muchos los que deseamos que llueva sin parar, que el barro los arrastre con fuerza hasta los abismos más profundos. Que el calor de la tierra los derrita y el tiempo los convierta en ámbar.
¡Vamos! La vida es de todos. Todos debemos recorrerla en las mismas condiciones, con las desigualdades soportables, sólo soportables si no queda otro remedio. Pero que un niño pase hambre en este país, es para convertir en bisutería al responsable.

Esperando a las estrellas

Hoy no quiero hablar de rampas, no quiero hablar de lodos ni de fangos. Esta tarde de lluvia el sol luchaba por salir y al final lo consiguió. Doblegó las grises nubes que ocultaban las razones por las que los atardeceres son más hermosos. Y, dejado a un lado lo que uno anhela o no, me he permitido vivir, solo vivir, disfrutando de la compañía y de la tranquilidad. Hoy no existís hombres de humo y mujeres de niebla. Estoy aquí sentada en el borde mismo del ocaso esperando a las estrellas. Diviso al fondo alguien que, como yo, mira al cielo y no ha alquilado un balcón.