No tardes no sea que no llegues a ti misma

 

 Se me hizo de noche tan temprano que no llegué   ni a ti ni a  mi. No pude coger el último tranvía y me quedé sentada en un banco de piedra de una plaza cualquiera de una ciudad sin nombre. Se me hizo tan tarde que no alcancé a conseguir nada de lo que había deseado. Me ocupé de rodear una y otra vez la manzana ajena de una calle, en la que no vivía, que llegué a olvidarme de lo poco que quedaba para alcanzarme aún, a tiempo de ser la que soy y en ella a descubrirte a ti. Y es que nos perdemos tanto en otros ojos, en menesteres que no son ni importantes ni nuestros, que llegamos a no reconocernos ni tan siquiera en el espejo de nuestra memoria.