La vida de los otros

 La vida de los otros ni es la nuestra ni se parece. Donde unos labios dicen verdades, aunque duelan, te amparan con palabras necesarias de consuelo o cariño, otros, entre la confusión y el descrédito, te van golpeando con sus adjetivos hasta convertirte en alguien que no eres y como si fueras su niño de los azotes, te flagelan por castigar, creo yo, sus propios miedos.  Envuelven su menosprecio en papel de celofán en un San Valentín de regalos a destiempo cuando entregar amor es darlo empaquetado con todos los días que contiene el almanaque que cuelga en las cocinas añejas de lo cotidiano. Porque decir te quiero es más que una expresión, más que un propósito, más que una necesidad. Decir te quiero debe ser encontrarte "como en casa" y eso es lo que la mayoría vivimos, pero no todos. 

Hay quien en la vida está pez en vez de en paz.



Cristalinas

Damos a los hijos una piel de palabras por protegerlos del incierto devenir de los días. Abrigados de consejos y reprimendas o bañados de abrazos les preparamos antes de que desaparezcan porque, en un vuelo de chistera y sin varita mágica, su infancia habrá caído por la trampilla del escenario de ese espectáculo en el que compartíamos cartel. Será en un pis pas y aparecerán otros y otras desnudos ante ese público mundo adulto en el que no habrá red a la que caer. Esperamos entre bambalinas por si necesitan manos. Tú y yo hicimos lo mismo, nos volvimos invisibles, quedó la infancia en un agujero en nuestros adentros, ahí sigue confundida en los recuerdos. Aún podemos rescatarnos para entender mejor a los desconocidos que aparecieron de repente y mola y mucho hacer magia. Yo siempre tengo a mano canicas cristalinas para que con sus destellos me muestren  a todas las que he sido, por ahora. Por eso de ponerme en su lugar.