Es invierno

He podado los rosales y las enredaderas. Me han arañado las espinas sin flores y algún que otro bicho ha jugado con mi pelo. No había golondrinas ni abejorros. Los tréboles arrasaban con sus verdes los  arriates resecos. Una babosa deshidratada y triste se ha colado entre las ramas que van llenando un saco desde donde viajarán a un destino incierto, aunque yo lo adivino de reencarnación. Es invierno, la vida se agita anunciando una primavera de brotes y colores. Me siento a contemplar el próximo verano que ya se dibuja en las yemas de cada una de estas plantas que me aportan tanta felicidad. Fijaos, tan poco y tan inmenso. Tan pequeño y tan gozoso momento de una tarde cualquiera.

Palabras como piedras

Hoy he oído palabras gruesas, palabras que no revolotean sino que caen como piedras. Salen de la boca a través de un gesto que atraviesa la pantalla de la televisión y me abofetean. Tienen un color gris, son tan opacas que casi se confunden con las tinieblas. Me dan grima, me perturban y más que nada, me asustan.
Qué hay detrás de ellas, a dónde quieren llegar, a qué abismo pretenden hacernos caer.
Me pregunto si les dolerán las gargantas, si la lengua les sabrá a lata, si no les rechinarán los dientes. Esas palabras deben provocarles una erosión enorme en la parte del cerebro donde se formó el mensaje.
He puesto en silencio al mundo. Me niego a escuchar el odio y la ambición del que quiere ganar, a toda costa. Espero que en su caída se queden pegadas al suelo y que no reboten en los egos de la estúlticia porque eso nos haría mucho daño a todos.
Y, ojo, hasta yo debo tener cuidado con las palabras con las que pretendo volar, libre.