No quiero ser una estrella

Es tan fácil sentirse universo con solo mirar al cielo y ver el abismo cósmico que cubre el manto de estrellas que, si uno quiere, la felicidad que un gato tiene en lo alto del tejado puede ser suya. Y es que la noche, la luna, las estrellas, el cielo, la galaxia, ese infinito que se nos escapa nos absorbe a todos, nos hace unidad, nos reduce a nada y a la totalidad de ser, de pertenecer a un lugar interplanetario, inabarcable. Por ello, no acabo de entender el porqué de la falta de acuerdos, que no se sumen esfuerzos, que no exista una responsabilidad compartida, que tú no pienses en él, en ellas, ni en ti. Qué ganas de gritar a tanta gente que despierte y salga de su egocentrismo. Formamos parte del cosmos, del planeta tierra, somos nación, pueblo, humanidad y a veces animal, menos mal que piedra no somos la mayoría y que al menos nos queda la ilusión de que al llegar cada noche muchos nos sentimos, si no felices, tranquilos, universales. Pero atención, estrella aún no queremos ser, ya sabéis...
                                                    

Disfrutar la vida

He preparado hoy la vida para disfrutarla. Dos camas y un colchón en el suelo, unos libros y cuatro o cinco juegos. Unos muñecos, perfumes, cojines de colores y sábanas bordadas. Los cristales brillantes, las baldosas también. Ni una mota de polvo, todo bien colocado y una lágrima deslizándose silenciosa por mi mejilla. Hace tanto que no pongo la casa a la medida de sus vidas, hace tanto que no reúno en ella presencia y existencia que no cabe más esperanza que la desesperanza vivida para sentir la alegría del reencuentro y de tener a ese niño sentado arrancando la sonrisa a esta vida que he preparado, hoy, para disfrutarla. Sin medida.