¿Cuánto frío pueden albergar en su corazón los que permiten
que nuestros niños pasen hambre? Somos muchos los que deseamos que llueva sin
parar, que el barro los arrastre con fuerza hasta los abismos más profundos.
Que el calor de la tierra los derrita y el tiempo los convierta en ámbar.
¡Vamos! La vida es de todos. Todos debemos recorrerla en las
mismas condiciones, con las desigualdades soportables, sólo soportables si no
queda otro remedio. Pero que un niño pase hambre en este país, es para
convertir en bisutería al responsable.
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