La gran empresa de buscarse una vida


 Se fue llenando la costa de desesperanza. Llevados los anhelos a la deriva cuando el peligro era lo único que les quedaba, enredados en bulos quedaron sus cuerpos envueltos en papel dorado. El frío les desveló la vida que no habían dejado atrás mientras la muerte seguía guiñándoles un ojo. Desde lo alto el  mundo al que arribaban los observaba intentando poner luz en las oscuras cuevas de la incertidumbre. Con la cabeza llena de navíos no encontraban razones para explicarse el desvarío que, cuando no hay nada que perder, hace que nos perdamos en manos de los que todo lo damos por perdido. Y no encontrando final para una historia que viene de tan lejos, se me ocurre dejarla aquí por si hay aún algún ser humano "despierto" entre tanto varón que se sienta en los  consejos de administración. 


Aprender el respeto


Al dolor inmenso, a la muerte sin sentido, a la pena de la pérdida, a la sorpresa injusta de las puñaladas, ante la turbia mañana en la que la vida se rompe me queda el silencio. Ante la estupidez de los voceros empeñados en saber lo que no se sabe, ante el odio que hierve en el fondo del racismo que se empeña en buscar razones a la sinrazón y por  los mensajes lanzados como dardos envenenados me brota un grito mudo de cansancio y tristeza y unas breves palabras de denuncia. Lo demás,  ya lo sabéis, lágrimas en el fondo del alma como  a todos y un enredijo de culpa por no tener soluciones, de momento seguiré intentando aprender algo y alimentar una mínima esperanza por el respeto a los demás.
        



 

Suenan canciones en agosto

Suenan canciones que mueven mi corazón y me llevan a lugares y momentos pasados, siento el impulso de salir hacia ellos, de soltar amarras y cantar. Sé que a unos metros del sillón que me acoge en esta noche cálida de agosto hay un grupo disfrutando de esas letras que nos hacían vibrar y sentirnos tan jóvenes. Lo fuimos y bajo una ligera lluvia de Perseidas me sumerjo en los años vividos sin nostalgia porque esta noche la luna me mira con el perfil de siempre y guiándome a través de mi propia mitología me deja escuchar el sonido de este tiempo en el que sigo siendo yo. Estiro mi alma, me acerco al extremo de esta cuerda de años y columpiándome en ella respiro serena.

                

Lanzamiento de piedras


 Si miras atentamente la imagen ¿podría ofenderte? ¿Sería motivo de discordia la contemplación de un paisaje tan singular? ¿Es siniestro o romántico? ¿Da miedo o invita a la aventura? Pueden ser tantas las opiniones, yo no sería capaz de decantarme por una. Es tan triste comprobar cada día las certezas enfrentadas de los cientos de  voceros que se asoman a nuestras casas y nos llenan la cabeza de ruido que solo pretendo demostrar que, con tan solo mirar, ya tendríamos para llenar unas cuantas tertulias y que al final no habría verdad en ninguna de nuestras observaciones.  Mírate  y reflexiona antes de compartir lo que otros dan por bueno, al menos  no lancemos las piedras nublados por las  nieblas, podríamos hacer zozobrar algún barco y ahí, en la costa de la muerte, esa es la única verdad.





Nada más que un dibujo

El dibujo de un niño, sus trazos, la forma, el tiempo empleado, la herramienta utilizada, da igual. Me llega esta imagen  sin más explicación que ella misma y veo en ella un árbol cuya copa es un mapa repleto de caminos, laberíntico, tortuoso, complejo. En el centro una hoz o un interrogante y bajo la tierra, claramente dibujadas, las raíces. Cinco años y un niño ya intuye la importancia de las bases, las dificultades de su desarrollo, las decisiones que habrá que tomar, la siega de ramas y tallos que se sucederán hasta que se parezca al adulto que será. Sin embargo, solo es un niño  que sentado un ratito cerca de su padre ha estado entretenido. Tan sencillo. Es lo que tiene la infancia.  Se sabe todo y nada. Y nosotros pretendiendo encontrarnos. Voy a coger un lápiz.