abuelas 3


A mazapán, entre visillos blancos, me huelen esas tardes. A tus sonrisas de hada buena y guantes de seda al peso. A aquel descapotable rojo que para en mi ventana de futuro y a una radio que suena a consejo de "señora Francis"
Me duele, todavía, no volver a subir por la escalera del patio. No retener por mas tiempo mi paso por el comedor, no recorrer tu bolsillo, tu almohadilla y tu cara, pero como tu decías ¡Qué miedo!
No escuchar las dudas de María, la guerra cotidiana... Me duele dentro de mis centros no oir tu tos, tu risa loca, tu llanto al mismo tiempo y esa agüita amarilla que tus lagunas te hacían verter.
Me asomo levantando el faldón de la banca y allí, al fondo, estás sonriendo con tus ojos de almendra y con el bote de mahonesa en la mano.
¡Yaya!

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