No aceptar lo evidente, omitir la
culpa porque no hay delito, desdeñar la inteligencia de los que te auparon es, como mínimo, indecente. Pero es verano y necesitamos un
descanso, relajar la mente, tomar el sol y coger fuerzas. Transitar por los
caminos del pensamiento, de la lucidez. Dejar que la piel se empape de la
ternura del amor en las siestas o en las madrugadas festivas. Disfrutar de la
vida y olvidarnos de la indecencia por unos días. ¡Vamos! Fortalezcamos el alma
para que no nos alcance esta epidemia de indecencia. Se está tan bien sin pensar
en ellos.
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