Ay, pero cuando la casa comenzó a
hacer aguas, salieron de todos los rincones, se subieron por las cortinas y
asomaron sus bigotes entre las cacerolas y los manteles en un último intento reivindicativo
y oportunista. Los dueños achicaban el agua con cubos y escobones y cuando las
vieron decidieron no acogerlas por más tiempo. Les abrieron la puerta. Fuera,
el mar lo inundaba todo y ellas se agarraron a un mantel como bandera.
Hay quien nunca tiene bastante y
lo quiere todo. Todo lo bueno.