Hace tan solo unas horas, en un tiesto, he vertido la ilusión por las plantas que ella tenía. Con cuidado he plantado las suculentas poniendo verde y vida en lo que ya era marchito y muerto. Bajo un rayo de sol y sobre un suelo de piedra, muy cerca de sus fotos, he pretendido llevar una porción de existencia donde solo quedan sombras, en ese empeño nuestro por cumplir sus deseos y hacer ofrendas a los que tanto hemos amado y aún amamos. Ha sido un momento singular, silencio, sol y un par de gatos, agua, tierra y un montón de latidos. He pasado un lienzo blanco, ha rozado mi mano ese vacío, acariciado tibiamente el mármol y he dado por concluido el ritual. Tengo que reconocer que me ha sentado bien a pesar de ser tan poco dada a estas tareas.
Allí he dejado la mañana, a ellos los he traído conmigo.