Me repito


De lejos llegaron los tejidos de lana, los lápices de colores, el cuaderno satinado. Traían el olor de aquellas tierras, el polvo y el desasosiego. Se apoderaron de la mesa y de mi mano. Sentada frente a ellos me mostraron los pies de los niños en la mina, las manos de las niñas sobre el barro en los alfares de ladrillo y los dedos en los gatillos fríos de las armas que nunca debieron empuñar. Sentí el frío de las noches, el calor de las siestas que no existen y los ojos, los ojos hambrientos de juegos y de cuentos. Los ojos sedientos de un hogar. Los ojos que miran buscando un lápiz y un cuaderno para que alguien un día les escriba otra historia. Una historia más digna. Y siento que otra vez repito la salmodia de los niños y las niñas que no tendrán otra historia que el oprobio y el miedo.
                              

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