Abuelas 2


Algo me quedó de ti después de deshacerte en mil cintas de seda, algo que yo deshilvané para no seguirte tan pronto. Y era una y otra vez, noche tras noche cuando el negro daba paso al blanco para renacer entre almidones, tan frágil, tan delgada.

Algo me quedó de ti después de desgranar mil oraciones, algo que yo desbaraté por no saber seguir esa fe que me abandona y, sin embargo más de una vez te rezo cuando cae el manto tenebroso de mis miedos y sólo me quedas tu, allí, entre mil capas de telas. Blancas.
¡Abuelita!

Abuelas


Clas, clas, clas... Mariposas que pisan sueños. Mariposas diminutas que bordean los límites de mil baldosas de barro cocido formando un camino que me conduce hacia lo oscuro.
Clas, clas, clas... la humedad, el frío y la altura. No alcanzo. El miedo a toparme con arañas, pero sigo. En la naturaleza oscura del presente suave sensación de humedad, olorcillo antiguo que perturba los sentidos, fue ayer pero ya es siempre..
Mis sandalias de dedo suenan sobre las baldosas, las mariposas que la adornan han levantado el vuelo y me llevan en volandas hacia ella, hacia su despensa hacia el chocolate con el que romper mi diente, mi pequeño diente de leche. ¡Yaya!


Animar a leer


¿Qué es volar? Alguien muy cercano volaba con frecuencia en sus sueños y yo insistía en preguntar. No comprendía como él quería volar, hasta que una tarde, cuando las luces amarillas se mezclaban con el tintineo de una martillo en la fragua vecina, deseé lo mismo.
Volando llegué a casa y me metí bajo las faldillas de la mesa. Volando había cogido un cuento cualquiera y allí al calor del hogar despegué.
Cómo comprendí al aprendiz de pájaro, cómo entendí que desplegar las alas y romper el filo de las nubes sólo dependía de mi... A partir de esa tarde me aficioné a ese nuevo juego, y hasta hoy.
El soñador había estado a punto de partir a Australia, cuando era una tierra prometida, pero no lo hizo, se quedó en estas antípodas en las que ha sido muy feliz, eso seguro, pero mantuvo en sus noches las ganas de partir, libre, de lanzarse a la aventura y transformó sus deseos de viajar a su certeza de volar sobre las cumbres, rozando los océanos entre sábanas blancas.
Menos pretenciosa yo he preferido siempre lo seguro mientras tenga entre las manos un libro con el que alzar el vuelo. Aterricé hace unas horas con Boris Vian y "No me gustaría palmarla" y vuelo ahora en "2666" con Roberto Bolaño.
¿Quién quiere volar?